Los que vivimos en la Ciudad de México, una de las más ruidosas en todo el mundo, estamos quizá acostumbrados a esta situación. Pero, ¿no te ha tocado ver cómo tus amigos o familiares de visita se sorprenden por ello?
Desde el Periférico, una de las avenidas más importantes, hasta las áreas con menos concentración de vehículos y transeúntes hay ruidos de toda clase, en una constante contaminación auditiva. Además, dentro, en las colonias, los anunciantes e incluso algunos vecinos abusan del volumen permitido.
Por ello, profundizaremos en este problema tan latente en la capital del país, y la importancia de visibilizar dicha situación.
CDMX: la octava más ruidosa de todo el mundo
De acuerdo con un estudio realizado por GMBH Mimi Hearing Technologies, la ciudad capital de nuestro país es la octava más ruidosa en todo el mundo, en un listado encabezado por lugares como Delhi, El Cairo y Estambul.
Se estima que en la CDMX se llega hasta los 85 o 100 decibeles. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) ha determinado que el máximo aceptable son los 65 decibeles, mientras que la ONU (Organización de las Naciones Unidas) refiere que es de 55 decibeles.
Se calcula que la CDMX supera los dB (decibeles) permitidos en un rango de 20 a 45 decibeles más, lo cual puede traer como consecuencia un daño permanente a la salud de los ciudadanos.

La Ley de Control de Ruido: una solución urgente
En la actualidad, el ruido es regulado por el Reglamento contra la Contaminación Acústica, que se centra por áreas. Además, existe una regulación en la Ley de Cultura Cívica, misma que contempla diversas penalizaciones como las multas. Además, los reglamentos mercantiles suelen estipular el nivel de ruido permitido y las horas en que puede emitirse por parte de los negocios. No obstante, estos esfuerzos no han sido suficientes para una solución a la contaminación acústica que se vive en la Ciudad de México.
Una de las soluciones que se está impulsando para atacar esta problemática es implementar una Ley de Control de Ruido, que consideraría la contaminación auditiva como un tema de salud pública. En ella se contemplaría cuáles zonas alcanzan niveles críticos y la forma de ir disminuyendo el promedio de ruido.
Lo que se busca es que las sanciones sean más sólidas y que se dé la atención prioritaria a las áreas de habitación.
Toma como base la cantidad de denuncias por ruido recibidas en las alcaldías y, además, la diversidad de efectos negativos que conlleva la contaminación auditiva: los psicológicos, como la ansiedad y las alteraciones en el sueño, los fisiológicos, como la fatiga, y los psicológico-laborales que inciden en la capacidad de concentración y en el desempeño en el trabajo.
Algunos de los establecimientos considerados como prioritarios de control en su emisión de ruido son:
- Bares, restaurantes y centros nocturnos
- Salones de fiestas
- Gimnasios
- Teatros y auditorios
- Lugares de congregación
Además, contempla esta iniciativa de ley a los lugares de casa-habitación y espacios públicos u otros que rebasen el nivel de ruido. Propone que al llegar a los 45 o 50 decibeles, medidos desde el hogar del ciudadano interesado, sea posible proceder a la denuncia, asunto que en los reglamentos anteriores era posible hasta los 60 o 63 decibeles, dependiendo de si los emisores son espacios residenciales o de salud, educativos y culturales.
Asimismo, considera a las fuentes móviles en el ruido que emiten sus motores y escapes, así como lo que generan los comercios con su publicidad y los espectáculos en la vía pública.
¿Por qué se debe evitar la contaminación acústica?
Estos son los principales problemas que desata el ruido excesivo y constante en las urbes.
Deteriora el estado del sentido auditivo
El problema más evidente que desencadena es, por supuesto, la disminución o la pérdida de la capacidad para escuchar. Millones de personas en el mundo la pierden en parte por la contaminación auditiva y muchos de estos problemas comienzan incluso en la infancia.
Según la Organización Mundial de la Salud, más de mil millones de personas de edades comprendidas entre los 12 y los 34 años corren el riesgo de perder la audición debido a la exposición prolongada y excesiva a la música fuerte y otros sonidos recreativos.
A su vez, perder o ver aminorado este sentido repercute en la vida de una persona de manera profunda, a saber:
- Porque causa un aislamiento.
- Genera problemas para comunicarse.
- Puede acarrear síntomas de depresión.
- Involucra tener que depender de otros sentidos para estar alerta, mantener la integridad física e interactuar con el mundo.
- Reduce la capacidad de disfrute (por ejemplo, de la música), entre muchos otros aspectos más.
Deteriora la salud física
Cuando nos exponemos de forma prolongada a los ruidos molestos y a un alto volumen, nuestro cuerpo se mantiene en un estado de alerta, que a su vez resiente directamente el sistema nervioso. Por ello, la contaminación auditiva aumenta la fatiga.
Más preocupante aún es saber que puede incidir de manera negativa en la presión arterial y en el sistema cardiovascular, debido, de nuevo, a la tensión sostenida.

Mina la salud emocional
Promueve la aparición del estrés y la ansiedad. Genera, además irritabilidad, misma que puede afectar de manera negativa todo nuestro día. Al recorrer una avenida llena de ruidos molestos, ¡se siente como si nos hubieran arruinado la mañana!
Reduce la sensibilidad
Asimismo, genera un efecto que, a la larga, nos desensibiliza. De tanto ruido que escuchamos afuera, es probable que perdamos la capacidad de modular el sonido en nuestros auriculares y altavoces.
Nos impide concentrarnos
El ruido alto nos pide resolución. El sistema corporal lo interpreta como una alerta, así que constantemente estaremos pendientes del sonido antes que atender una clase o una reunión del trabajo. Peor aún, seremos incapaces de relajarnos en los momentos que serían propicios, como en una sesión de yoga o en las actividades de entretenimiento.
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Fuentes
https://www.excelsior.com.mx/
https://estudiosdemograficosyurbanos.colmex.mx/index.php/edu/index
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/
https://www.who.int/

